Mantén tus pies en el suelo, pero deja que tu corazón tan algo como lo haga. Niégate a ser del promedio o a rendirte ante la frialdad de tu entorno espiritual.
Cuando desarmas a las personas, comienzas a ofenderlas y demuestras que no confías en ellas, ya sea por cobardía o por falta de confianza, y ambas opiniones generan odio.