Uno esperaría que las familias de las víctimas de asesinato serían colmadas con simpatía y apoyo, abrazados por sus comunidades. Pero en realidad son mucho más propensas a sentirse aisladas, temerosas y avergonzadas, abrumadas por el dolor y la culpa, enojadas con el sistema de justicia penal y rechazadas por sus viejos amigos.
Eric Schlosser
periodista