Jesús sembró buenas semillas en las vidas de la gente que tocaba. Su andar era humilde, manso, de dar y perdonar, y enseñó a sus discípulos a ser de la misma forma.
Lo primero que quedó grabado en las mentes de los discípulos no fue la tumba vacía, sino sino más bien la ropa vacía en la tumba - imperturbada en cuanto a forma y posición.