Los revolucionarios no hacen revoluciones. Los revolucionarios son aquellos que saben cuando el poder está sobre la acera y ahí ellos lo pueden recoger.
El último final de todo cambio social revolucionario es establecer la santidad de la vida humana, la dignidad del hombre, el derecho de todo ser humano a la libertad y el bienestar.
Sobre todo, ser siempre capaces de sentir profundamente cualquier injusticia confiado cualquier persona, en cualquier lugar del mundo. Esta es la calidad más bella en un revolucionario.