Tierra y el cielo, bosques y campos, lagos y ríos, la montaña y el mar, son excelentes maestros y nos enseñan a algunos de nosotros más de lo que jamás podríamos aprender de los libros.
Mi recuerdo de un centenar de hermosos lagos me ha dado la bienaventurada liberación de la preocupación, la ansiedad y del pensamiento turbulento de nuestros días modernos. Ha sido un regreso a lo primitivo y a la tranquilidad.
Hay momentos, sobre todo en las noches de junio, cuando los lagos que sostienen a nuestras lunas son absorbidos por la tierra y nada queda excepto el vino y el toque de una mano.
Soy tan viejo como la luna y las estrellas, y tan joven como los árboles y los lagos. Mi estilo viene de mirar lo que vino antes de mí y de visitar muchos lugares.