La edad parece ser mejor en cuatro cosas; la madera vieja es la que mejor quema, el vino viejo es el mejor para beber, los viejos amigos son los que ofrecen más confianza y los viejos autores son los mejores para leer.
Los grandes autores son admirables en este sentido: en cada generación hacen espacio para estar en desacuerdo. A través de ellos nos hacemos conscientes de nuestras diferencias.
Los lectores se quedarán con un autor, sin importar cuales sean las variaciones de estilo y género, con tal de que consigan ese sentido de historia, de carácter, de implicación empática.