Se lo debemos a nuestros hijos el ser mejores administradores del medio ambiente. ¿La alternativa?, un mundo sin ballenas. Es demasiado terrible de imaginar.
Luché con un caimán, peleé con una ballena; esposé a un rayo, tiré truenos en la cárcel; sólo la semana pasada, asesiné a una roca, herí a una piedra, hospitalicé a un ladrillo. Soy tan malo que hasta enfermo a la medicina.
Yo probablemente tenía más en común con una ballena que con una pareja de burgueses empleada en instituciones dignas que yo habria eliminado de la tierra si me hubieran encargado hacerlo.
Él apiló sobre la joroba blanca de la ballena la suma de toda la rabia general y odio sentido por su toda su raza desde Adán y después, como si su pecho había sido un mortero, reventó la cáscara de su corazón caliente sobre ella.
Todavía queda el diez por ciento de los peces grandes. Todavía hay algunas ballenas azules. Todavía hay algo de cril en la Antártida. Hay algunos ostiones en la Bahía de Chesapeake. La mitad de los arrecifes de coral está en bastante buen estado, un cinturón que enjoya el perímetro del planeta. Todavía hay tiempo, pero no mucho, para cambiar las cosas.