Tan pronto como llegué, sentí una relación extraña con el montículo del lanzador. Era como si yo hubiera nacido ahí. Los lanzamientos se sentían como la cosa más natural del mundo. Sacar a los bateadores era fácil.
Cuando un bateador balancea el bate y veo sus rodillas moverse, puedo decir justamente cuáles son sus debilidades, entonces pongo la bola donde yo sé que no puede golpearla.
Cuando era joven sabía si estaba jugando béisbol o hockey o lacrosse, que mis compañeros estaban contando conmigo ya sea para eliminar el ultimo bateador en un juego de béisbol o marcar un gran gol en un partido de hockey.