Jesús sembró buenas semillas en las vidas de la gente que tocaba. Su andar era humilde, manso, de dar y perdonar, y enseñó a sus discípulos a ser de la misma forma.
En cuanto a nosotros mismos, sí, debemos ser mansos, soportar la injusticia, la maldad, el juicio impulsivo. Debemos dar la otra mejilla, renunciar a nuestro capa, ir una segunda milla.