Sólo el crimen y el criminal, es cierto, se enfrentan a nostotros con la perplejidad del mal radical; pero solo el hipócrita verdaderamente está podrido hasta la médula.
La muerte es alguien que ves muy claramente con los ojos en el centro de tu corazón: ojos que ven no reaccionando a la luz, sino reaccionando a una especie de escalofrío dentro de la médula de tu propia vida.