Uno de los problemas con defender la libertad de expresión es que a menudo tienes que defender personas que opinas son indignantes, desagradables y repugnantes.
Ninguno de nosotros ya sea hombres o mujeres opina tan bien de nuestra propia conducta como para creer que estamos en forma, si no para dirigir a otros, al menos para gobernarnos a nosotros mismos.
Cada hombre debe tener el derecho a no temer pensar en forma independiente y a expresar su opinión sobre lo que sabe, lo que personalmente ha pensado y experimentado y no sólo para opinar con variaciones ligeramente diferentes de lo que ha sido inculcado en él.