Deme cien predicadores que no le temen a nada más que al pecado y desean nada más que a Dios y no me importa si son clérigos o laicos, ellos sacudirán las puertas del infierno y establecerán el Reino de los Cielos sobre la tierra.
Mi papel en la sociedad, o el papel de cualquier artista o poeta, es tratar de expresar lo que todos sentimos. No decirle a la gente cómo sentirse. No como un predicador, no como un líder, sino como un reflejo de todos nosotros.
Creo que debería haber un club en el que los predicadores y los periodistas podrian juntarse y tener el sentimentalismo del uno emparejado con el cinismo del otro. Eso debe llevarlos muy cerca de la verdad.