Yo era una reina, y tu me quitaste mi corona; una esposa y mataste a mi marido; una madre y me privaste de mis hijos. Mi sangre solo queda: tomala, pero no me hagas sufrir mucho.
El hombre no puede vivir sin alegría; por lo tanto, cuando se le priva del verdadero placer espiritual es necesario que se vuelva adicto a los placeres carnales.