El viento frío sopló en mi cara y de repente sentí como si había perdido mi insipidez. Ante mí yacía una larga línea gris con una marca negra por el centro. Los pájaros cantaban. Era primavera.
La salida del sol ofreció un espectáculo muy hermoso; el agua estaba muy tranquila, pero el movimiento comunicado por las mareas era tan grande que, aunque no había un soplo de aire en flujo, el mar se levantó lentamente con un movimiento magnífico y majestuoso.
Cada día, con cada vela de cumpleaños que soplo, con cada centavo que arrojo sobre mi hombro en un pozo de los deseos, cada vez que mi hija dice, 'pídamosle un deseo a una estrella', hay una cosa que quiero: la sabiduría.