Si acepto a la muerte en mi vida, la reconozco y la enfrento directamente, me liberaré de la ansiedad de la muerte y la mezquindad de la vida, y solo entonces seré libre de convertirme en mí mismo.
Escribo para aquellas mujeres que no hablan, para las que no tienen voz porque están aterrorizadas, porque nos enseñan a respetar el miedo más que a nosotras mismas. Nos han enseñado que el silencio nos salvaría, pero no lo hará.