Dios está muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. Sin embargo, su sombra se cierne todavía. ¿Cómo nos consolamos, los peores de los asesinos? Lo que era más sagrado y más poderoso de todo lo que en el mundo haya existido, se desangra bajo nuestros cuchillos; ¿quién nos quitará esta sangre? ¿Qué agua hay para que nosotros nos podamos limpiar?
Friedrich Nietzsche
filósofo