El éxito y la felicidad radican en ti. Decide mantener tu felicidad y tu alegría, y tendrás un ejército invencible para luchar contra las dificultades.
Mi prueba de que soy salvo no reside en el hecho de que predico, o que hago esto o aquello. Toda mi esperanza radica en esto: que Jesús Cristo vino a salvar a los pecadores. Soy un pecador, confío en él, entonces él vino a salvarme, y soy salvo.
El verdadero liderazgo radica en guiar a otros hacia el éxito. Al asegurar que cada uno realiza su mejor desempeño, trabajando en aquello que están comprometidos a hacer y haciéndolo bien.