Si alguna vez encuentro a un lanzador que tenga pasión, una buena curva y rápida, podría considerar seriamente casarme con él, o al menos proponerle matrimonio.
Uno observa el lanzamiento que algunos de estos clubes tienen y nadie nos podría tocar, pero Dios tiene una manera de acordar que ese no sea al caso, porque no es tan divertido.