La mente consciente puede ser comparada con una fuente jugando al sol y volviendo a caer en la gran piscina subterránea del inconsciente de la cual emerge.
La propagación de la civilización puede ser asemejada a un incendio; primero, una débil chispa, luego una llama parpadeante, después un resplandor poderoso, cada vez más veloz y potente.